viernes, 24 de septiembre de 2010

Vuelta a los Pachanos


Anguita se abastece de agua de un manantial denominado “Fuente de los Pachanos”, junto al curso del río Tajuña.

El camino propuesto tiene 5680 metros, una buena distancia para hacerla corriendo o dando un buen paseo.

Iniciaremos el recorrido al comienzo del camino de Luzón, al final del barrio de la hoz.

A 260 metros encontramos el primer cruce de caminos donde se ubica el “Molino Nuevo”, el camino que sale de frente nos lleva al truchero, pero giraremos a la derecha y cruzaremos el puente que cruza el río.

En el punto 0, 330 Km. tenemos una curva a izquierdas y también el comienzo de otro camino que sale a nuestra derecha llamado “Camino de los Huertos”, pero ahora no lo cogeremos, sino que seguiremos por el camino más marcado, donde en el punto 0,490 Km. veremos a nuestra izquierda una fuente , la cual actualmente no dispone de agua.
En el Km. 0,600 dejaremos atrás una empinada cuesta que nos llevaría al marojal.

Seguiremos corriendo por este agradable camino hasta el Km. 2,130, donde veremos el puente de Las Salillas a la izquierda, el cual cruzaremos y cogeremos el camino de la derecha, que nos llevaría a la fuente de los Pachanos, donde existe un merendero algo abandonado debido a la prohibición de encender fuego en la temporada de verano, ( Km. 2,870) una vez aquí vamos a volver por el mismo camino, pero no cruzaremos por el Puente de las Salillas, sino que seguiremos de frente por el camino que sigue con hierba quizás un poco alta, pero por el que se puede ir perfectamente.

Pasaremos junto al truchero (Km. 4139) y seguiremos hasta encontrar de nuevo el cruce del molino nuevo (Km. 5010) donde giramos a izquierda y volvemos a cruzar el puente , pero ahora si cogeremos el camino de la derecha , el camino de los huertos, entre el barranco y los huertos, donde llegaremos al pueblo pudiendo bajar por la primera calle a la derecha ( junto a la casa del “foro”, Km. 5,640) o por la peña del obispo (Km. 5,680) donde podemos estirar los músculos junto a la barandilla del canal.


Fernando Bermejo "Fito"

domingo, 5 de septiembre de 2010

Labrador Herraiz nos desvela las Eglogas de Padilla




Labrador Herráiz edita un nuevo libro clásico de Eglogas pastoriles de Pedro de Padilla

Una novedad literaria que afecta a Guadalajara, por cuanto el editor y estudioso de la obra es alcarreño, nos llega desde el Frente de Afirmación Hispanista de México, que acaba de editar un nuevo volumen de la obra completa del poeta andaluz Pedro de Padilla.
Se trata de las “Églogas Pastoriles y juntamente con ellas algunos sonetos del mismo autor”, con un prólogo de Aurelio Valladares y la edición y profundo estudio del libro que con ese título se publicó en Sevilla en 1582, hasta ahora muy poco conocido, de José J. Labrador Herráiz y Ralph A. DiFranco. Un volumen de 422 páginas en el que las primeras 40 van ocupadas por el estudio referido de los filólogos Labrador y DiFranco, y el resto por el texto original del poeta del Siglo de Oro.
Para los amantes de la poesía clásica, este es un libro capital, una verdadera joya, rescatada ahora de las profundidades polvorientas de las bibliotecas americanas. El propio autor dice de la obra que son “Eglogas pastoriles de diferentes subjetos y composturas, donde con versos sueltos en lugar de prosa van ligados los demás que a diversos propósitos se hicieron”. Bien a las claras confiesa el autor lo diverso de su obra, aunque parezca que lleva un hilo conductor. Está en la línea de lo que en el siglo XVI se pretendía: lanzar versos que divirtieran, entretenidos, bellos y recordables. Aunque fueran sin hilazón unos de otros. Pero como esto ya lo había hecho el propio Padilla en su “Thesoro de varias poesías” de 1580, y le había sido criticado, ahora montaba estas otras variadísimas composiciones con un hilo conductor. Tanto las Églogas, como sus posteriores y añadidos sonetos, tienen al amor por sujeto, omnipresente, arrebatador.
El alcarreño José Julián Labrador Herráiz, de Cifuentes, es el recopilador y analista de esta obra. Ya retirado de sus labores didácticas en la Universidad Estatal de Cleveland, prosigue ahora en su monasterio civil de La Coruña su tarea, más intensa que nunca, de recopilación y estudio de la poesía y la literatura hispánica del Siglo de Oro. Sabemos que incluso ha encontrado algunos raros manuscritos relativos a poetas y escritores alcarreños de antiguos tiempos, que ojalá podamos ver publicados muy pronto. Su relación familiar con Serrano y Sanz y con Layna Serrano, serranos cifontinos como él, augura los mejores resultados, y garantiza el entusiasmo que con respecto a su tierra natal pone en todos sus trabajos.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Murciélagos de la Celtiberia

Estaban los pájaros en guerra con los cuadrúpedos y, si una vez vencían, otra eran vencidos. El murciélago, temiendo el incierto resultado, se unía al ejército que en principio creía superior. Una vez restablecida la paz, se descubrió el engaño a uno y otro linaje. Culpable de tan vergonzosa acusación, huyó de la luz y se refugió en las tinieblas de la noche. Porque cualquier que desea congraciarse con dos bandos contrarios, acaba por resultar ingrato a los dos”.

Fedro

En estos tiempos en que los vampiros abundan por las pantallas y en los libros, protagonizando un espectáculo de dudoso gusto intelectual y preocupante catarsis colectiva, no he podido dejar de pensar en estos pequeños animalillos, los murciélagos, y en la estrecha relación que tienen, y han tenido, con el ser humano. Como para tantas otras especies, España es un garante para la biodiversidad, también en lo que a quirópteros se refiere. Conocidos como “mordeguises”, en castellano “celtíbero”, son tan varias como curiosas las anécdotas que muchos tienen con ellos: desde encuentros, e incluso sustos, causales a jugarretas de lo más grotescas, como pueda ser el haberles hecho fumar. El murciélago es, quizá junto al buitre y resto de aves rapaces, la mayor joya zoológica que tiene toda la zona de Celtiberia.

Lugares como las cuevas de Los Casares, de La Hoz, de Olmedillas o las múltiples sitas en Anguita (todas ellas sitas en el norte de la provincia de Guadalajara), nos recuerdan que la Celtiberia es región geológicamente curiosa, lugar donde abundan las formaciones kársticas, y en particular, las cuevas. La abundancia de éstas, junto a las múltiples parideras, casillas y demás contrucciones pétreas, hoy abandonadas, ha hecho que estos animales tengan múltiples lugares en los que asentarse y poder criar (ayudando a todo ello la falta de contaminación, no sólo lumínica y sonora, sino también en lo que al uso de insecticidas se refiere).

Al igual que en el resto de Europa, los murciélagos españoles forman parte de los conocidos como micromurciélagos (Microchiroptera). No tanto por el tamaño, como por sus costumbres y dieta, éstos no deben confundirse con los murciélagos frugívoros, los zorros voladores (megaquirópteros), animales que frecuentan los trópicos, y que son especialmente valorados por su sabor en muchos pueblos. Sin embargo, fuera de cuestiones taxonómicas, lo más curioso de estos seres es su evolución... y no nos vamos a referir al Conde Drácula ni mucho menos...

Un "misterio científico" de la mayor trascendencia hace referencia a la evolución de estos animales y su relación con los primates. Obviamente serán muchos los que se escandalicen con esta idea, y opinen que: ¡el Creacionismo está en lo cierto, no pudiendo tolerarse que existan gentes que defiendan tal "parentesco"!. Antes de continuar, observemos estas dos ilustraciones:











La primera ilustración corresponde a una de las especies más características de megaquiróptero, el zorro volador, mientras que la segunda ilustración (a la derecha) representa a una de las múltiples especies de lemures que habitan la isla de Madagascar. El parecido es obvio.

John Pettigrew, de la Universidad de Queensland (Australia) sugirió en 1986 que ambos grupos de murciélagos pertenecen a grupos totalmente diferenciados. Así, los megamurciélagos vendrían a estar íntimamente relacionados con los primates y el colugo (extraño animal planeador, con aspecto de "lemur", que habita en Indonesia). Esta tesis se basa en los cerebros de estos murciélagos, mucho más complejos y desarrollados que en el caso de los micromurciélagos (o "murciélagos" a secas). Esta teoría ha sido muy criticada. Investigaciones posteriores, destacar las llevadas a cabo por Simmons y Geisler (Museo de Historia Natural de Nueva York), defienden que todos los murciélagos participan de un mismo grupo taxonómico, no teniendo relación, al menos cercana, con los primates.

Si contemplamos el problema teniendo en cuenta el fenómeno de la "evolución convergente", nos daremos cuenta de que existen animales que pueden llegar a ser muy parecidos sin estar necesariamente emparentados, simplemente por efecto de la adaptación del medio y la selección natural (véase el caso del delfín y el ictiosaurio, por ejemplo). Por esta razón, es bien posible que megamurciélagos y micromurciélagos se parezcan por "convergencia", lo mismo que lemures y zorros voladores, desde el otro punto de vista.

Los partidarios de la segunda tesis afirman que el mayor desarrollo del cerebro de los zorros voladores se basa en los grandes ojos que poseen, razón por la cual requieren de un nervio óptico, y cerebro, de mayores proporciones (algo similar a lo que sucedió con Troodon, el dinosaurio con mayor masa encefálica). Sin embargo, ninguna postura parece clara. Los prejuicios son muchos, y entre quienes defienden la primera posición figuran científicos de la talla de Colin Tudge.

Símbolo de la noche, del demonio y, para los germanos, de la envidia (“pues así como el murciélago no vuela más que al caer la noche, la envidia trabaja en la sombra y no se muestra a plena luz”), los murciélagos son animales de lo más curiosos y enigmáticos. Ya sea en el Cristianismo, o en el Judaísmo (los judíos tienen prohibido alimentarse de ellos), estos seres participan de la familia de los “animales malditos” (junto a serpientes y otras alimañas), pero su importancia biológica es vital, especialmente para controlar las plagas de mosquito. Guadalajara tiene un tesoro con pelo y alas, que lejos de ser ambiguo o maldito, espera ser comprendido y protegido.