Esta travesía es diferente a las que os tenemos acostumbrados. Esta vez nos
desplazamos a Montejaque (Málaga), cerca de Ronda.
Es necesario llevar neopreno durante toda la
travesía, ya que, prácticamente desde el principio, está inundada por numerosos
lagos; algunos incluso llegan a medir más de 100m.
Durante todo el recorrido se pueden observar los
restos abandonados de la “obra faraónica” que intentó acometerse en los años
veinte para la construcción de una presa en esta zona.
Al final del reportaje podéis leer un breve resumen
sobre el intento de construcción de dicha presa y el esfuerzo que supuso a los
obreros trabajar en unas condiciones tan precarias.
El reportaje es una copia de lo que publicamos en su
día en la página de nuestro club.
TRAVESÍA DE HUNDIDERO – GATO
Por fin llegó el ansiado finde. Nos desplazamos hasta las inmediaciones de Montejaque, trece Vianas (Iván, Susana, Julio, Diego, Antonio, Pedro, Marina, Javier, Dani González, Alicia, Jesús, Álvaro y yo, Manoli) y tres Abismos (Montse, Jesús y Toño), ¡vaya despliegue!
Quedamos temprano en el aparcamiento de Gato para dejar la mitad de los coches y desplazarnos con el resto hacia la boca de Hundidero.
Cueva del Gato
Cogimos los bártulos y comenzamos el descenso por los escalones labrados
en la piedra que conducen hasta la gran boca de la cueva. La gran entrada te
recuerda a la típica cueva de las películas de piratas, dónde esconden el
tesoro… Justo antes de la boca hay un pozo de paredes altas y el ritual debe
ser encaramarse al brocal y asomarse, porque todos nos asomamos. Es como si
quisiéramos consultar el oráculo y efectivamente nos dio la previsión: ¡estaba
completamente seco!, cosa que nos hizo pensar que el nivel del agua no sería
muy alto.
Nos vestimos de “Play mobil modelo buzo” dentro de la cueva porque el calor amenazaba con derretirnos dentro del neopreno. Después, por fin, nos adentramos en la cavidad. Como éramos tantos parecía que íbamos de excursión.
Enseguida llegamos al primer rápel y el “ansia viva” se apoderó del grupo; unos decidieron saltar al agua y otros optamos por deslizarnos por la cuerda. ¡Qué gusto caer al agua fría! A partir de aquí empezamos a recorrer una zona de lagos continuos en la que disfrutamos como enanos. Era impresionante ver la cantidad de material que utilizaron para construir la presa y no podía dejar de imaginar cómo acarrearon todo aquello. Actualmente está todo en ruinas, restos de pasarelas de madera que colgaban sobre nuestras cabezas mientras cruzábamos los lagos, cables de acero, clavos enormes de medio metro que utilizábamos como escalones o para agarrarnos en las trepadas… ¡era un decorado increíble! Además no dejaba de preguntarme: ¿mulas espeleólogas adentrándose en la cueva para transportar el material?
Nos vestimos de “Play mobil modelo buzo” dentro de la cueva porque el calor amenazaba con derretirnos dentro del neopreno. Después, por fin, nos adentramos en la cavidad. Como éramos tantos parecía que íbamos de excursión.
Enseguida llegamos al primer rápel y el “ansia viva” se apoderó del grupo; unos decidieron saltar al agua y otros optamos por deslizarnos por la cuerda. ¡Qué gusto caer al agua fría! A partir de aquí empezamos a recorrer una zona de lagos continuos en la que disfrutamos como enanos. Era impresionante ver la cantidad de material que utilizaron para construir la presa y no podía dejar de imaginar cómo acarrearon todo aquello. Actualmente está todo en ruinas, restos de pasarelas de madera que colgaban sobre nuestras cabezas mientras cruzábamos los lagos, cables de acero, clavos enormes de medio metro que utilizábamos como escalones o para agarrarnos en las trepadas… ¡era un decorado increíble! Además no dejaba de preguntarme: ¿mulas espeleólogas adentrándose en la cueva para transportar el material?
Seguimos
salvando divertidos rápeles, alternando con zonas de lagos y de pasamanos.
Llegamos a la gran Sala de los Gours, ¡qué maravilla!
Sala de los Gours
Aquí decidimos parar a comer porque después debíamos atravesar la zona
del barro, y como no teníamos muy claro si iba a haber agua para limpiarnos,
convenimos que lo mejor sería ingerir las provisiones por si acaso.
Después de saciarnos con toda suerte de cosas comestibles, incluidos unos
torreznillos de Soria que Álvaro y yo compartimos con el grupo, continuamos hasta
la Galería de la Ciénaga. Bueno, ahora a ver como os describo el cachondeo que
hubo en esta zona… Lo primero que tenéis que hacer es imaginaos un lodazal de
bastantes metros de largo y dieciséis espeleólogos pegados literalmente al
suelo e intentando recorrerlo de la manera más “digna” posible y, por supuesto,
de barro hasta en la flora intestinal. A causa de la falta de agua, eso
más que barro parecía cemento a punto de fraguar. La situación era tan cómica
que según mirabas a tus compañeros la pinta que tenían, te entraba la risa
floja. Yo incluso al intentar sacar el pie del barro, se me quedó la bota
pegada al suelo y tuve que rebuscarla en el lodo para recuperarla. Cuando la
saqué era una bola pegajosa de arcilla. Hubo gente que decidió ir a gatas y
otros, como Pedro, que aprovechándose de la poca dignidad que le quedaba a
Álvaro, hundido de pies y brazos en el barrizal, se dedicó a tirarle pegotes de
barro. ¡Vaya pitorreo!
Galería de la Ciénega. ¡Aaggg!
Después de superar la prueba del barro, llegamos a la Plaza de Toros,
que hace honor a su nombre, y seguidamente cruzamos dos lagos más. Estábamos ya
en la Gran Estalagmita, de la que puedo decir literalmente, que mide 12
espeleólogos de circunferencia. ¡Cómo no teníamos nada mejor que hacer, nos abrazamos
a ella, cogidos de la mano para medirla!
La
Gran Estalagmita
"Lavadora"
A partir
de aquí comienza la parte más física de la cueva, teníamos que cruzar a nado
dos largos lagos, el Cabo de las Tormentas y el Lago de la Mona. Y cómo no,
¡otra vez de broma! La imagen merecía la pena: todos nadando en procesión con
las cabezas asomando sobre el agua iluminada por los frontales y oyendo
comentarios como ¡oiga, no empuje!, ¡qué morro, no te agarres a mis pies para
que te lleve!, ¡uy, a alguien le he dado una coz!, y de fondo, las risas de
todos. Esa visión en la oscuridad, con todas las lucecitas, me recordaba a la
imagen gallega de la Santa Compaña.
Después recorrimos la bien llamada Galería del Aburrimiento y llegamos al Lago 1.100, que no tenía prácticamente agua.
Hicimos un breve descanso en la Sala de las Dunas y continuamos hasta el rápel previo a la Gran Pared. De aquí a la calle es un paseo. Ya veíamos la claridad que nos anunciaba la salida. Superados los Lagos de las Marmitas nos encontramos en la calle, con el consiguiente asombro, ¡cómo siempre!, de los veraneantes que van a pasar allí las calurosas tardes malagueñas.
Después recorrimos la bien llamada Galería del Aburrimiento y llegamos al Lago 1.100, que no tenía prácticamente agua.
Hicimos un breve descanso en la Sala de las Dunas y continuamos hasta el rápel previo a la Gran Pared. De aquí a la calle es un paseo. Ya veíamos la claridad que nos anunciaba la salida. Superados los Lagos de las Marmitas nos encontramos en la calle, con el consiguiente asombro, ¡cómo siempre!, de los veraneantes que van a pasar allí las calurosas tardes malagueñas.
"Secado al aire libre y fin de la travesía"
El balance de la jornada acabó con saldo positivo y nos regaló a todos
un día muy entretenido, que acabaría aún mejor tomándonos unas cervezas
fresquitas y unos “pescaítos” en una terraza de Ronda.
Álvaro y Manoli.
Un poco de historia...
La presa de Montejaque bien podría ser el
paradigma de un despropósito que llevó en la década de los años 20 a construir
presas en zonas donde por las características propias del terreno generalmente
en zonas de roca caliza- se constituyeron como obras inútiles donde
se gastó ingestas cantidades de dinero en infraestructuras que no
sirvieron para nada. ¡Qué me suena esta cantinela!
La
responsable de tal magnánimo error fue
la Compañía Sevillana de Electricidad, empresa
española fundada en 1894 y que en 2002 dejó de existir al integrarse en el
accionariado de Endesa. La empresa era consciente de las características
del terreno ya que visitó la presa de Camarasa, en el pirineo
catalán, construida con éxito en un
entorno geomorfológico similar.
En Montejaque trataron de poner en práctica las
soluciones puesta en marcha en Camarasa pero el fracaso fue absoluto y las
filtraciones de agua continuas. La presa alcanzó una altura sobre el cauce
de 74 metros y se construyó con forma de bóveda. Se convertiría en la
presa de tipo bóveda más grande de Europa en la década de 1920.
Puente de madera construido por los obreros de la presa de Montejaque a finales de la década de 1920 en el interior del Sistema Hundidero-Gato. Imagen. Aguilera del Grupo de Investigaciones Espeleológicas de Jerez.
A tal
despropósito hubo de sumarle que durante un corto periodo de tiempo la presa se
vio desbordada hasta en 2 ocasiones. Una vez terminada se observó que el agua
embalsada se filtraba y la presa quedaba seca en 2 meses. A partir de entonces
se inició una serie de trabajos para sellar las grietas del vaso del embalse,
trabajo arduo e infructuoso. Observaron que parte del agua aparecía por la boca
de la cueva del Gato así que la empresa optó por mandar a 10
obreros a recorrer de extremo a extremo el sistema
Hundidero-Gato a taponar
grietas. En el mes de agosto de 1929 el grupo de obreros recorre la
cavidad de boca a boca y construyen un complejo sistema de puentes y
pasarelas para poder trabajar fácilmente que aún hoy día se pueden
observar en algunas partes de la cueva. Sin proponérselos fueron los pioneros
en realizar la travesía Hundidero-Gato. Por supuesto que el trabajo fue inútil
ya que el agua cuando se encontró con sus vias naturales taponadas,
como consecuencia de la presión, buscó zonas débiles en la roca y volvió a
filtrarse y correr alegremente por otros lugares. La empresa seguió erre
que erre un par de años más tratando de conservar el agua… pero la
guerra civil y la posterior crisis económica hará, que en 1944, se
abandone el proyecto definitivamente.
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