martes, 10 de enero de 2017

Travesía Hundidero-Gato







Esta travesía es diferente a las que os tenemos acostumbrados. Esta vez nos
desplazamos a Montejaque (Málaga), cerca de Ronda.
Es necesario llevar neopreno durante toda la travesía, ya que, prácticamente desde el principio, está inundada por numerosos lagos; algunos incluso llegan a medir más de 100m.
Durante todo el recorrido se pueden observar los restos abandonados de la “obra faraónica” que intentó acometerse en los años veinte para la construcción de una presa en esta zona.
Al final del reportaje podéis leer un breve resumen sobre el intento de construcción de dicha presa y el esfuerzo que supuso a los obreros trabajar en unas condiciones tan precarias.
El reportaje es una copia de lo que publicamos en su día en la página de nuestro club.

TRAVESÍA DE HUNDIDERO – GATO
 
Hundidero-Gato era una de las travesías que la mayoría del club queríamos realizar desde que hace un par de años, Guille con su reportaje, nos puso los dientes largos a todos. La cueva nos prometía diversión y agua, ¡una combinación perfecta!
Por fin llegó el ansiado finde. Nos desplazamos hasta las inmediaciones de Montejaque, trece Vianas (Iván, Susana, Julio, Diego, Antonio, Pedro, Marina, Javier, Dani González, Alicia, Jesús, Álvaro y yo, Manoli) y tres Abismos (Montse, Jesús y Toño), ¡vaya despliegue!
Quedamos temprano en el aparcamiento de Gato para dejar la mitad de los coches y desplazarnos con el resto hacia la boca de Hundidero.
 

Cueva del Gato

Cogimos los bártulos y comenzamos el descenso por los escalones labrados en la piedra que conducen hasta la gran boca de la cueva. La gran entrada te recuerda a la típica cueva de las películas de piratas, dónde esconden el tesoro… Justo antes de la boca hay un pozo de paredes altas y el ritual debe ser encaramarse al brocal y asomarse, porque todos nos asomamos. Es como si quisiéramos consultar el oráculo y efectivamente nos dio la previsión: ¡estaba completamente seco!, cosa que nos hizo pensar que el nivel del agua no sería muy alto.
Nos vestimos de “Play mobil modelo buzo” dentro de  la cueva porque el calor amenazaba con derretirnos dentro del neopreno. Después, por fin, nos adentramos en la cavidad. Como éramos tantos parecía que íbamos de excursión.
Enseguida llegamos al primer rápel y el “ansia viva” se apoderó del grupo; unos decidieron saltar al agua y otros optamos por deslizarnos por la cuerda. ¡Qué gusto caer al agua fría! A partir de aquí empezamos a recorrer una zona de lagos continuos en la que disfrutamos como enanos. Era impresionante ver la cantidad de material que utilizaron para construir la presa y no podía dejar de imaginar cómo acarrearon todo aquello. Actualmente está todo en ruinas, restos de pasarelas de madera que colgaban sobre nuestras cabezas mientras cruzábamos los lagos, cables de acero, clavos enormes  de medio metro que utilizábamos como escalones o para agarrarnos en las trepadas… ¡era un decorado increíble! Además no dejaba de preguntarme: ¿mulas espeleólogas adentrándose en la cueva para transportar el material?
 



 
Seguimos salvando divertidos rápeles, alternando con zonas de lagos y de pasamanos. Llegamos a la gran  Sala de los Gours, ¡qué maravilla!
 


Sala de los Gours
 
 Aquí decidimos parar a comer porque después debíamos atravesar la zona del barro, y como no teníamos muy claro si iba a haber agua para limpiarnos, convenimos que lo mejor sería ingerir las provisiones  por si acaso. Después de saciarnos con toda suerte de cosas comestibles, incluidos unos torreznillos de Soria que Álvaro y yo compartimos con el grupo, continuamos hasta la Galería de la Ciénaga. Bueno, ahora a ver como os describo el cachondeo que hubo en esta zona… Lo primero que tenéis que hacer es imaginaos un lodazal de bastantes metros de largo y dieciséis espeleólogos pegados literalmente al suelo e intentando recorrerlo de la manera más “digna” posible y, por supuesto, de barro hasta en la flora intestinal.  A causa de la falta de agua, eso más que barro parecía cemento a punto de fraguar. La situación era tan cómica que según mirabas a tus compañeros la pinta que tenían, te entraba la risa floja. Yo incluso al intentar sacar el pie del barro, se me quedó la bota pegada al suelo y tuve que rebuscarla en el lodo para recuperarla. Cuando la saqué era una bola pegajosa de arcilla. Hubo gente que decidió ir a gatas y otros, como Pedro, que aprovechándose de la poca dignidad que le quedaba a Álvaro, hundido de pies y brazos en el barrizal, se dedicó a tirarle pegotes de barro. ¡Vaya pitorreo!
 
Galería de la Ciénega. ¡Aaggg!



Después de superar la prueba del barro, llegamos a la Plaza de Toros, que hace honor a su nombre, y seguidamente cruzamos dos lagos más. Estábamos ya en la Gran Estalagmita, de la que puedo decir literalmente, que mide 12 espeleólogos de circunferencia. ¡Cómo no teníamos nada mejor que hacer, nos abrazamos a ella, cogidos de la mano para medirla!
 




La Gran Estalagmita


"Lavadora"



A partir de aquí comienza la parte más física de la cueva, teníamos que cruzar a nado dos largos lagos, el Cabo de las Tormentas y el Lago de la Mona. Y cómo no, ¡otra vez de broma! La imagen merecía la pena: todos nadando en procesión con las cabezas asomando sobre el agua iluminada por los frontales y oyendo comentarios como ¡oiga, no empuje!, ¡qué morro, no te agarres a mis pies para que te lleve!, ¡uy, a alguien le he dado una coz!, y de fondo, las risas de todos. Esa visión en la oscuridad, con todas las lucecitas, me recordaba a la imagen gallega de la Santa Compaña.
Después recorrimos la bien llamada Galería del Aburrimiento y llegamos al Lago 1.100, que no tenía prácticamente agua.
Hicimos un breve descanso en la Sala de las Dunas y continuamos hasta el rápel previo a la Gran Pared. De aquí a la calle es un paseo. Ya veíamos la claridad que nos anunciaba la salida. Superados los Lagos de las Marmitas nos encontramos en la calle, con el consiguiente asombro, ¡cómo siempre!, de los veraneantes que van a pasar allí las calurosas tardes malagueñas.
 

"Secado al aire libre y fin de la travesía"




El balance de la jornada acabó con saldo positivo y nos regaló a todos un día muy entretenido, que acabaría aún mejor tomándonos unas cervezas fresquitas y unos “pescaítos” en una terraza de Ronda.

Álvaro y Manoli.


Un poco de historia...

La presa de Montejaque bien podría ser el paradigma de un despropósito que llevó en la década de los años 20 a construir presas en zonas donde por las características propias del terreno generalmente en zonas de roca caliza- se constituyeron como obras inútiles donde se gastó ingestas cantidades de dinero en infraestructuras que no sirvieron para nada. ¡Qué me suena esta cantinela!

La responsable de tal magnánimo error  fue la Compañía Sevillana de Electricidad, empresa española fundada en 1894 y que en 2002 dejó de existir al integrarse en el accionariado de Endesa. La empresa era consciente de las características del terreno ya que visitó la presa de Camarasa, en el pirineo catalán, construida con éxito en un entorno geomorfológico similar.

En Montejaque trataron de poner en práctica las soluciones puesta en marcha en Camarasa pero el fracaso fue absoluto y las filtraciones de agua continuas. La presa alcanzó una altura sobre el cauce de 74 metros y se construyó con forma de bóveda. Se convertiría en la presa de tipo bóveda más grande de Europa en la década de 1920.

 

Puente de madera construido por los obreros de la presa de Montejaque a finales de la década de 1920 en el interior del Sistema Hundidero-Gato. Imagen. Aguilera del Grupo de Investigaciones Espeleológicas de Jerez.
  




A tal despropósito hubo de sumarle que durante un corto periodo de tiempo la presa se vio desbordada hasta en 2 ocasiones. Una vez terminada se observó que el agua embalsada se filtraba y la presa quedaba seca en 2 meses. A partir de entonces se inició una serie de trabajos para sellar las grietas del vaso del embalse, trabajo arduo e infructuoso. Observaron que parte del agua aparecía por la boca de la cueva del Gato así que la empresa optó por mandar a 10 obreros a recorrer de extremo a extremo el sistema Hundidero-Gato a taponar grietas. En el mes de agosto de 1929 el grupo de obreros recorre la cavidad de boca a boca y construyen un complejo sistema de puentes y pasarelas para poder trabajar fácilmente que aún hoy día se pueden observar en algunas partes de la cueva. Sin proponérselos fueron los pioneros en realizar la travesía Hundidero-Gato. Por supuesto que el trabajo fue inútil ya que el agua cuando se encontró con sus vias naturales taponadas, como consecuencia de la presión, buscó zonas débiles en la roca y volvió a filtrarse y correr alegremente por otros lugares. La empresa seguió erre que erre un par de años más tratando de conservar el agua… pero la guerra civil y la posterior crisis económica hará, que en 1944, se abandone el proyecto definitivamente.


 






 

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