lunes, 3 de mayo de 2010

Anguita en LA VOZ LIBRE


Hay un error común en todos los nacionalismos: hacer preponderar a los territorios sobre las personas. Patrias ‘grandes’, y en este caso, ‘pequeñas’, las tienen prácticamente todo el mundo por el mero hecho de ser persona y, ante todo, tener vivencias y memoria. Son sentimientos individuales que hacen tener mayor cariño por unas calles que por otras, por la espadaña de una iglesia en especial o por las poesías ambientadas en una tierra. Vivir en un lugar no incluye tener unas creencias, la verdadera libertad consiste en ser ciudadano y poder pensar, a su vez, lo que uno realmente quiera. Lo dicho es totalmente comprensible para aquellos que, como yo, tenemos pueblo, ‘patria pequeña’ a la que siempre volvemos a emigrar en cuanto tenemos periodos de descanso, de forma análoga, pero inversa, a como lo hicieron nuestros progenitores, abuelos o, en general, antepasados.

Saben mucho de esto los que tienen nexo con Anguita. Esta hermosa aldea, sita en el núcleo de la ‘región histórica’ de Celtiberia, pertenece a la provincia de Guadalajara, si bien, el siguiente pueblo -Layna o Benamira, según el camino- ya es de Soria, sin estar tampoco lejos de las provincias de Teruel y Zaragoza. Anguita es un municipio que apenas supera el centenar de almas en invierno, multiplicándose su población hasta por diez durante el verano. Su historia y patrimonio son proporcionales a su belleza, superlativo recuerdo de todos los tiempos que nos precedieron.

En Anguita, aspecto poco conocido en el común de nuestra geografía, se firmó, en el edificio que hoy es su casa consistorial el acta de Constitución de la primera Diputación Provincial de España, secundando la Constitución de Cádiz, en abril de 1813. Anguita fue el centro neurálgico del antiguo Común de Villa y Tierra de Medinaceli, posterior Condado-Ducado. Allí se reunían las juntas que representaban al Común, en el que el actual edificio del ayuntamiento hacía las veces de pósito, cárcel y sede del recaudador de impuestos. Por este pueblo pasó Felipe II, el General Hugo -padre del escritor de ‘Los Miserables’, una obra en la que aparecen algunos de los pueblos cercanos al lugar-, quien saqueó la zona con sus tropas, el Cid Campeador -las ‘cuevas de Anguita’ y el Campo Taranz, paraje también del lugar, aparecen en el Cantar, este último en dos ocasiones- y Ramón y Cajal, quien veraneó en el pueblo, dada la pureza de los aires para su mujer, que estaba enferma, y por recomendación de su ama de llaves, a la sazón originaria de esta localidad.

Anguita es un lugar clave en lo que al estudio de la cultura celtíbera se refiere. En su término municipal se encuentra la necrópolis más extensa de esta civilización –‘el Altillo’, en la pedanía de Aguilar de Anguita- y varios castros –cabe destacar el del Hocincavero, ‘Castillejos’-. Sin embargo, la mayor joya arqueológica del lugar es el campamento romano de La Cerca, un yacimiento que fue, más que probablemente, una ciudad celtíbera. De época posterior son las dos torres defensivas árabes -‘hisn’- que se conservan: la ‘Torre de la Cigüeña’ (símbolo del lugar) y la ‘Torremocha’, de la cual sólo se conserva su base.

El pueblo consta de tres templos y un antiguo hospital de beneficencia, del cual se conserva su bella entrada. La iglesia de San Pedro -románica de transición al gótico- destaca por su hermosa bóveda de crucería, siendo ésta una de las razones, se cuenta, por las que estuvo a punto de hacer las Américas, cuyas piedras habína sido incluso numeradas para el traslado. La ermita de Nuestra Señora de la Lastra, pese a su rango, es de mayor tamaño y hace las veces de parroquia del pueblo. Sus dimensiones no hacen más que recordar el peso del lugar en tiempos pretéritos, cuando Anguita era lugar obligado en lo que al comercio de la lana se refería -los célebres mercaderes Ruíz la hicieron conocida y distinguida en la propia Francia. El último templo, la ermita-humilladero de La Soledad, es quizá la menos chocante en cuanto a tamaño, pero destaca por su bella entrada -doble, al igual que la de Medinaceli-, así como por custodiar un Cristo de bella factura que desfila en procesión cada año, dentro de su sepulcro.

Aun sumida en la despoblación de lo rural, que en lo que a ambas Mesetas y respectivos sistemas -Ibérico y Central- se refiere, Anguita es un lugar clave para todo aquél que desee saber algo más de la Castilla del Medievo, la Hispania romana y prerromana, o la España del Imperio. Bañada por el río Tajuña, en un valle fértil, rodeado de bosques de carrascas, robles, melojos y alguna sabina, Anguita es un pequeño vergel en lo rudo del paisaje celtíbero, siempre frío y despoblado. En tiempos de crisis y de auge del turismo rural, este lugar es de sumo interés para poder reponer fuerzas y, a la vez, hacer senderismo o, simplemente, escribir, pintar... o reflexionar.

> En las imágenes superiores, vistas del pueblo Anguita. Más información en 'Una historia de Anguita: el pueblo y su entorno' (Guadalajara, Aache, 2008), de Javier Serrano Copete.

No hay comentarios: