miércoles, 23 de diciembre de 2009

Acabo de recibir una genial felicitación que quiero compartir con todos vosotros! felices fiestas!

lunes, 21 de diciembre de 2009

Cambio, cambios y no cambio.

Fuente la Cazuela, Fuensanta, Fuente del Piojo... son muchos los manantiales que se hallan en Anguita. Frente a la aridez inherente al Campo Taranz, y en no poca medida, al resto de los alrededores (tierras de Medinaceli, Maranchón y Alcolea), Anguita destaca por su verdor, por la vida que atesora gracias al río, y sus fuentes. Pese a todo, no seré catastrofista si advierto que una enumeración de las fuentes "existentes" en nuestro término, según se hiciera por un octogenario o un joven de veinte años, variaría substancialmente.

En buena parte por desconocimiento, pues ninguno de los de mi edad y colindantes ha sido pastor, pero también por imposibilidad, al haberse secado muchas de ellas. A la catástrofe, cada vez más notoria, que acecha al manantial de Los Pachanos (con pozas y orificios que lo sangran sin compasión alguna) se une un cambio climático notorio, a la vez que inevitable. En muchos sentidos, Anguita se seca, y no lo dice un ecologista.

Obviamente no se prevén problemas de suministro de agua en breve, por falta de ésta al menos (las reservas del lugar siguen siendo copiosas, pese a ser muy inferiores a las que antaño hubo), sin embargo, hay síntomas de "cambio" que no nos pueden dejar indiferentes. Cuentan nuestros mayores que, no hace tanto, había quien apresaba peces en el arroyo de la Madre, no era extraño encontrarse con anguilas en el arroyo del Prado de Aguilar, e incluso, por las inmediaciones del actual camino a Aguilar, pastaban vacas alimentándose de la abundante, y frondosa, hierba fluvial. Todo eso ha cambiado, quizá no sólo por culpa nuestra.
Los "cambios climáticos" han sucedido siempre a lo largo de la historia, a veces acompañados de extinciones en masa, como en nuestro caso. El fin de los dinosaurios, de alguna manera, fue también un cambio climático, al igual que la principal causa de la desaparición de los mamuts y otros grandes seres. En Anguita no es extraño encontrar indicios de antiguas catástrofes biológicas. Desde las "caracolas" que nos recuerdan al mar de Tethys, pasando por las hoces y acantilados que abundan en la zona, el terreno es un plano en el que poder encontrar los hitos del Pasado.

La flora y fauna, no sólo de nuestro pueblo, sino también de toda España, es un ejemplo de lo dicho. La sabina albar, santo y seña de la paramera, fue en el tiempo de las Glaciaciones mucho más abundante (habiéndose quedado sus últimos ejemplares "cautivos" en las gélidas cumbres de lugares como la paramera del Campo). El lince ibérico es otro ejemplo, antaño los grandes félidos cazaban sus presas en nuestras tierras (véase al león de la cavernas, del cual se conservan restos gráficos en las cercanas cuevas de La Hoz y Los Casares); dada su especialización, motivada por el retroceso de los hielos, el lince se adaptó a un medio mucho más determinado: el monte mediterráneo. El bisonte europeo, el uro (antepasado del toro, hoy ya desaparecido), el oso o el urogallo son otros ejemplos, a cada cual más ilustrativo.

Es obvio que nadie podrá acabar con el cambio, conseguir que por el Prado vuelvan las anguilas, los cangrejos y las vacas a pastar, que nadie podrá devolver a los mamuts a su antiguo territorio, pero sí que es cierto que, tal vez, podamos actuar localmente, con pequeños gestos que nos ayuden en la construcción y conservación de nuestro inmenso patrimonio natural anguiteño (en un futuro próximo, creánme, fuente de ingresos).
* Otros artículos míos sobre el tema:

El Éxodo de los hielos

Existen lugares mágicos, dentro de nuestra geografía, que han sido poco o nada estudiados. En la provincia de Guadalajara, cerca de Sigüenza (en el término de Anguita) se alza el imponente macizo del Pico Rata, quién sabe si vigilando uno de las mayores patrimonios de la zona: la Cueva de la Hoz de Santa Maria del Espino (Rata). Adentrándose uno por sus galería, con ojo atento y caprichoso, y orejas dichosas al poder saborear el gorgotear del arroyo que irriga la cueva, se pueden llegar a descubrir relieves de seres ya extintos en el actual ecosistema. Caballos, mamuts en la cercana Cueva de los Casares (Riba de Saelices), e incluso, un reno.

Descartando la presencia de un San Nicolás cavernícola, a más de uno le podrá causar cierta curiosidad pensar en el porqué iba a representarse un animal característico de la tundra siberiana en latitudes tan meridionales, en un lugar sujeto a los rigores del clima mediterráneo, y acaso también al peligro de la desertización. La solución al enigma no se encuentra en Santa María del Espino, debe buscarse por todo lo largo y ancho de la geografía española, y por extensión, europea.

El parque natural de Bialowieza (Polonia) nos da alguna pista. Por sus frondosos bosques pastan mamíferos que alcanzan los tres metro y medio de largo por dos de alto, se trata del bisonte europeo (Bison bonasus), monarca indiscutible dentro de las pinturas de Altamira. Por estas selvas de coníferas campó autraño el célebre uro (Bos primigenius), ancestro de nuestro ganado bovino, extinguiéndose, por su caza, allá por el año 1627. Ambos son animales a los que se les debieran unir otros como el caballo salvaje, el urogallo, el lobo gris, el alce, el oso pardo, el lince boreal, y su pariente, el lince ibérico. La verdad es que el “tigre andaluz” es un caso enigmático de renovación. Frente al retroceso de los hielos de la última glaciación, el felino supo adaptarse, como nadie, al bosque mediterráneo: cazando conejos y demás pobladores del chaparral y los nuevos pinares.

Estos animales, junto con el mamut y el rinoceronte lanudo, por decir dos más, fueron testigos del cambio climático más drástico que ha experimentado nuestro planeta en los últimos tiempos. Los hielos que aun se conservan en glaciares como los de Montblanc o, el del propio Kilimanjaro, no son nada más que restos, un tanto arqueológicos, de tiempos más fríos. Épocas en las que el hombre cazaba grandes mamíferos para sobrevivir, siendo a su vez presa del león y del oso de las cavernas. Los hielos siguen marchando, allá donde en el Mesozoico habitaron dinosaurios, vuelve a quedar como nuevo continente (el Antártico), el norte y centro de Euroasia vuelven a disfrutar de la primavera, pese a que el área del Mediterráneo comience a dejar el “don de Europa” para pasar a participar, una vez más, del continente africano...

El vacío que dejan los glaciares y hielos lo es también respecto al ecosistema. Los seres que se adaptaron ecológicamente a tales contingencias requieren de nuevas ideas evolutivas y mejores herramientas. Algunos, entre los que destaca el hombre, han sabido renovar, con creces, la empresa, otros, como el uro o el oso marroquí del Atlas, no. La acción del hombre es pura competencia, el gorrión, la gaviota y la paloma han sabido aprender del medio, quizás menos que las ratas, la mosca o los perros. El ecosistema cambia con su fauna, sin embargo, hoy en día el potencial destructor del hombre puede alcanzar a conocer de otros cauces.

Los exitosos proyectos de reintroducción del bisonte europeo, del lobo, el oso o el quebrantahuesos han sido un gran descubrimiento. Otros intentos, más fantasiosos y sensacionalistas que ciertos, han intentado redescubrir al uro (a través del cruce de varias especies de ganado bovino) o resucitar al taxón del mamut (japoneses al mando). Gaia es un mercado a lo Wall Street. Los valores y comercio en futuros se pesan en moneda evolutiva, las inversiones y reconversiones en nuevas especies y estrategias. Quién sabe si fuimos nosotros quienes rompimos el “equilibrio económico” o fueron el mamut y el dientes de sables quienes no supieron reconvertir su “empresa”. Quizás nos pueda ilustrar algo este celebrado vídeo (de hace ya unos años), sean ustedes felices y ¡pasen un feliz cambio climático!

"La conspiración del pingüino": los beneficios del Cambio Climático

ποταμοις τοις αυτοις εμβαινομεν τε και ουκ εμβαινομεν, ειμεν τε και ουκ ειμεν τε En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos [los mismos]
en Diels-Kranz, Fragmente der Vorsokratiker, 22B12

Poca duda cabe de que nos encontramos ante un cambio de paradigma. Los EEUU pierden credibilidad en un mundo globalizado, virtud de sus penosas actuaciones en Irak, Afganistán o en la gestión de su propio huracán Katrina. La “selección natural” que se interrelaciona con la geopolítica hace que la esfera pública internacional se regenere, surgiendo individuos más peligrosos, adaptados, especializados, aptos en definitiva, para los nuevos tiempos. España, por primera vez en mucho tiempo, ve el cambio desde primera línea de fuego. La siderurgia de Bilbao o Avilés, las industrias de Mataró y Elche o el emporio de manufacturas ibéricas variadas, entran en crisis, o desaparecen, ante el empuje de nuevas, y vitales, economías en desarrollo. Todo el mundo tiene en su mente a India o China; sin embargo, pocos son los que reconsideran la posición de países a los que llega el “progreso”, cuanto menos económico, en una hora más tardía de la que nos llegó a nosotros. Me refiero a esas nuevas potencias “de segunda fila” y gigantes envelados por la mentira y la información interesada. Países como Brasil, Argentina y Venezuela, Turquía, Egipto, Pakistán, Indonesia o Nigeria están adquiriendo sus propias credenciales para ser consideradas como países dignos de mención y cita en todos los organismos internacionales de relevancia: se llamen Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o Fondo Monetario Internacional.

La inmisericorde partida de ajedrez que rige nuestros designios (quizás como correlato de un inevitable universo caótico) se vuelve a jugar como nunca se ha dejado de hacerlo. Si me apuran, se han cambiado, o modulado, las fichas. Si otrora fueron Roma y Cartago, España y los otomanos, Inglaterra y Francia, ahora lo son otros colores como EEUU, China, India o la renaciente Rusia. En un mundo siempre cambiante, ya lo enunció Heráclito de Éfeso, se suceden las fichas cambiando, siempre, el mismo tablero. Los enclaves de luchas y disputa no son siempre los que parecen. Los medios se centran en unos lugares y ópticas condicionados. Es por ello que, hoy más que nunca, es importantísimo seguir las fuentes comúnmente conocidas como alternativas. Seguramente estén igualmente, o más, condicionadas por sus ideologías pero también es cierto que toman prismas diferentes con resultados diversos. Son pocos los reportajes documentales, y libros de grandes editoriales, que se refieren a los escenarios, que a mi modo de ver, más se están disputando actualmente. La tríada de la discordia no es tan difusa como pudiera parecernos en un primer momento. África y los dos círculos polares (Ártico y Antártico) son los nuevos tableros, no siempre tenidos en consideración.

Algún días he soñado con publicar un libro que se titularía “La conspiración del pingüino”. Individuos como Al Gore se empecinan en mostrarnos cuán malos somos, cuánto contaminamos y abusamos de la madre naturaleza. Esta opinión no deja de ser posible. Que el hombre abusa de la naturaleza es algo que siempre nos ha definido como especie, y constituye el núcleo duro, se quiera o no, del concepto conocido como “civilización”. Opino que el cambio climático sí beneficia a algunos. El catastrofismo existente, pero tan impredecible como inevitable, siempre viene de la madre naturaleza, bien lo saben los mamuts o los propios dinosaurios. No obstante, el resultado material del cambio del clima es un aumento desproporcionado de los campos susceptibles de explotación económica.

Desde “Galatea de las Esferas” me llegó una noticia de lo más indicativa: la compañía norteamericana “Barrick Gold” (de la que forma parte Bush padre) pretende explotar una reserva medioambiental de primera magnitud como son los glaciales de Pascua-Lama en Chile, pues la descongelación de las grandes masas de hielos está mostrando al mundo una gran reserva de oro, plata y demás minerales preciosos. Es presumible que algo así acaezca en la Antártida propiamente (si no se sabe ya) y en diversos lugares del Círculo Ártico (donde Rusia ya ha iniciado maniobras de explotación de copiosos yacimientos).

África es un continente merecedor de un análisis a parte, dejémoslo para otro artículo, pero es igualmente cierto que se trata de continente virgen donde queda mucho por explotar. De hecho, las tierras natales de los Estados hegemónicos (véase también nuestra Península) han sido explotadas desde tiempos antiguos sin haberse agotado del todo sus recursos. Si estos lugares disponen de recursos equiparables... ¿cuántas guerras, enriquecimientos y hegemonías nos quedan por sufrir dentro de nuestro propio Planeta?

Origen de la primera imagen: Chini Open-pit copper mine near Silver City, New Mexico Segunda imagen: Penguin & Gulls, Strait of Magellan. Ambas sujetas a: GNU Free Documentation license